14 Feb Ke!942 Convertir el gadget digital en motor de valor
Hace unos días, en uno de los miles de blogs que saturan de contenido el mundo, alguien certificaba que yo estaba ya “out of the market”, básicamente porque, afirmaba, no estaba en la onda de la web 2.0, o sea, en otras palabras, porque no me pasaba el día conectado a blogs, a Twitter, Youtube o Myspace. La afirmación, unida a otra aún más divertida (que había dejado de ser profesor para ganar más dinero: este no tenía ni idea de lo que es llevar adelante una empresa de edición en innovación en Europa), me generó dos reflexiones algo relevantes.
Primero, la distancia creciente que hay entre los que viven en el mundo virtual y la realidad económica que rige hoy el mundo real (seguimos viviendo en una economía de producción de bienes, y la gente gasta sus recursos básicamente en adquirir cosas que consume para vivir, o en hipotecarse para tener donde cobijarse). Y, segundo, que esto no puede seguir así, porque la aceleración de ideas que hay en lo virtual haría mucho bien en el mundo más bien inerte de lo real, y porque la gran dimensión económica de lo real (de la sociedad en la que vivimos cada día) daría aún mayor energía a lo virtual.
Dicho de otra forma, hay que aplicar la aceleración de lo virtual para aumentar la velocidad de creación de valor en lo real. Y eso debería hacerse más allá de las aplicaciones web más bien triviales que ya dominan lo real, como la lectura de periódicos, el acceso a cuentas bancarias, o las reservas de billetes de avión realizadas online. Se trata, en defitiva, de ver cómo sacamos todos provecho, en términos der creación de valor, de los últimos gadgets digitales, más allá de lo que hacen aquellos que están ya inmersos en lo digital hasta lo obsesivo.
La pregunta es, por tanto, cómo convertir más ágilmente el “juego” de las nuevas aplicaciones que surgen sin parar en lo digital (por ejemplo, SecondLife) en algo que genere economía real, más allá del círculo cerrado de lo economía de lo virtual.
Y es aquí donde aparece una idea muy simple, pero creo que de gran alcance: y es que son justamente esas tecnologías digitales de la web 2.0 las que tienen el potencial de acelerar la innovación en las organizaciones, algo hoy fundamental, gracias a que facilitan la participación colaborativa del talento distribuido en las mismas a la hora de transformar ideas en valor.
Además, y después de muchos años de “navegar” con palabras como información, conocimiento, tecnología, ideas, valor, organización, innovación, etc., creo haber llegado a un esquema muy sencillo que ordena la relación entre todas ellas.
Las organizaciones son básicamente una tensión entre su gente y los resultados económicos. O sea, su objetivo es transformar el potencial de la gente, en el centro de un conjunto de recursos, en resultados. En algunos casos, las organizaciones se gestionan en forma de cadena de producción para sacar partido a la capacidad de trabajo de su gente (organización Fordiana). En otros, se gestionan en forma de “contratos” con el talento de su gente para convertir sus conocimientos en resultados (teoría de la agencia). Esto hace que haya una tensión habitual entre el know-how (lo qué sabemos hacer) y el cash-flow (los resultados económicos). Una parte de la empresa está centrada en lo primero (explorar) y otra en lo segundo (explorar).
Conforme más avanzamos hacia una sociedad de la abundancia y de la competencia global, más necesario va a ser que las organizaciones aceleren la conversión del conocimiento de su gente en resultados económicos (la conversión del know-how en cash-flow). Eso se hace a través de la transformación de ideas en valor, o sea, innovando. Y para que ese proceso sea fluido, precisamos de tecnologías que faciliten la observación curiosa del mundo (la Red como gran escaparate, o sea, la web 1.0), y la participación del talento en la generación colaborativa de ideas (la web 2.0).
Se me ocurre que lo mejor es explicarlo con viñetas:
Las organizaciones son gente que tiene know-how, que hay que convertir en resultados económicos, o sea, en cash flow. Hay entre estos dos mundos un cierto gap, el que divide a los que exploran y los que explotan los mercados.
2. Hoy ninguna organización puede vivir sin observar atentamente el mundo. Se precisa, pues, de una forma sistemática de explorar qué ocurre en el mundo que pueda ser interesante para la organización, o sea, para capturar información relevante para la misma. Las tecnologías digitales (en especial Internet) ofrecen aquí instrumentos muy eficaces para esa exploración; algunos de ellos (como los blogs), habituales ya para los que viven intensamente en el mundo digital, han de ser aún descubiertos por las organizaciones “convencionales” (la mayoría).
3. La información capturada sistemáticamente del mundo puede ser convertida a través de procesos de aprendizaje en un conocimiento diferencial en la organización. Esa información adaptada a las oportunidades de la organización se organiza y se difunde para su máxima explotación. Se convierte, por tanto, simultáneamente, en un stock y un flujo de conocimiento.
3. Esas tecnologías digitales, que ayudan a explorar el mundo desde Internet, pueden también facilitar el proceso colaborativo que permita a la gente de una organización compartir ideas susceptibles de ser convertidas en valor para los clientes (recordemos que es innovación sólo lo que el mercado sanciona con su compra). O sea, las tecnologías, a través de comunidades o motores de ideas, de mercados de proyectos, etc, ayudan a convertir ideas en valor, que es como definimos normalmente el proceso de innovación.
4. Las ideas que generan valor para el mercado (los clientes) también deben generar un retorno económico (payback) a la inversión realizada para convertirlas en servicios y productos nuevos. Este retorno en forma de resultados debe ser medido adecuadamente (métricas).
5. Finalmente, el valor en forma de productos y servicios generados por la organización, debe ser proyectado al mundo en forma de comunicación eficiente (“el mercado son conversaciones”, nos dijeron en su día los autores del Cluetrain Manifesto).
En conclusión, las tecnologías digitales más avanzadas (las que surgen en la frontera de lo virtual, en la que viven los más avanzados internautas) pueden ayudar a las empresas convencionales a acelerar el proceso de conversión, colaborativa, de ideas en valor, para generar resultados económicos. O sea, pueden fluidificar el proceso de innovación.
Por tanto, estar en la web 2.0 “por qué sí” no se me aparece como muy atractivo. Más bien, considero esencial que las empresas aprendan a sacar provecho de la revolución digital más actual para poder innovar y ser globalmente competitivas. Así, el “juego serio” con los gadgets digitales puede acabar representando para la innovación un estímulo instrumental magnífico. Porque si no, el esfuerzo de tantas mentes brillantes me parecería simplemente estéril.
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